jueves, 1 de octubre de 2015

Con Alexandros en Gaugamela.


En la noche del 30 de septiembre de 331 a.C., los ejércitos macedonios y persas se encuentran junto a la ribera del Tigris, a escasos 25 km. de la actual Mosul (Irak). Al día siguiente se darán de palos en esa extensa llanura para decidir quién se queda con el Imperio Persa.
En clarísima desventaja numérica –como siempre durante su campaña en Persia—de cinco a uno, según estimaciones modernas, Alejandro dispone su ejército con las alas en ángulo para evitar envolvimientos. Cuando empieza la batalla, además, Alejandro, en lugar de avanzar de frente, lo hace en oblicuo, confundiendo a su rival, Darío III, que ordena una serie de contraataques y maniobras para contrarrestar los movimientos de su oponente, pero desordenando sus propias tropas.

Esperando este momento, Alejandro se lanza al frente de los “Compañeros” al galope para embestir contra el centro – izquierda del ejército persa, masacrando a toda la caballería del ala izquierda y llegando hasta el carro de Darío III que, como en Issos, huye como una rata, generando el caos y el pánico entre sus hombres. Solo las noticias de que por su propio empuje, su ala izquierda se está derrumbando y necesita auxilio porque a duras penas resiste el contraataque del resto de la caballería persa, impide a Alejandro culminar la persecución de Darío, que poco después será ejecutado como un perro por sus generales.